Voces que fabrican sueños

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¿Te has enamorado de una canción? ¿Del cantante? ¿De su voz? 
Yo me enamoré de los tres.

La escuché cantar y se volvió toda mi definición de música, mis acordes inexplicables, el sonido que quería tener en mi despertador, empeñaba mi vida por una canción al oído, porque su voz era lo más parecido a la perfección hecho notas afinadas que desafinan poco a poco para seguir siendo una melodía llena de éxtasis para mi cóclea.
Se había vuelto mi dosis de 3:45, toda mi debilidad encerrada entre sus cuerdas vocales, pues de ellas parecían salir todos mis sueños, aún estando en silencio. Porque hasta el sonido de su respiración ya era música. Cualquiera se enamoraría de su voz, era de esperarse, pero yo estaba enamorado del chasquido de sus labios al entrecerrarlos, de su parpadeo, sus muecas, sus latidos, y yo el mejor crítico que no encontraba alguna crítica de la cual escribir, con solo tomar el micrófono ya era arte y ahora se ha colado entre mis letras para ser poesía.
Me dijeron que el humano posee cinco sentidos pero no la han visto a ella para darse cuenta que tenemos muchos más, sus movimientos hacen de mis neuronas una fiesta de serotonina, dopamina y norepinefrina, «quédate» sé mi droga, mi narcótico, mi alucinógeno, que temo que si tus labios se sellan pueda entrar en un síndrome de abstinencia.




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